El fiero abordaje - Humor y masacre

HUMOR Y MASACRE
ESCRITO Y PERPETRADO POR JUAN LUIS PEREIRA.
      CON PERDÓN.
Title
Mi sitio web
Vaya al Contenido

El fiero abordaje

Historia primera
El viejo marino vasco interrumpió su tos de empedernido fumador y lanzó un enorme salivazo, que dio entre las cejas del perro que formaba parte de la tripulación, manteniendo el equilibrio existencial de ratas, dentro del navío. Se desplomó aparatosamente, dando una vuelta de campana, sin conocimiento.
El viejo marino vasco, con religiosa seriedad, aseguraba ser descendiente directo de Juan Sebastián Elcano, con la irrefutable prueba de que éste, era también vasco.
El viejo marino vasco miró con bondad y total desprecio a su aguerrida y andrajosa tripulación.
- Escuchad sarnosos, voy a contaros una historia verdadera que me ha sucedido a mí.
Toda la chusma de una forma reverencial, masculló obscenos juramentos, como muestra de una sentida conformidad.
-Me había hecho a la mar, con un cargamento de plátanos de Guetaria con destino a las islas Canarias que no conocían el fruto, pero que gustaban mucho de las novedades.
- A mitad de la travesía, - continuo el viejo marino vasco- avistamos un barco del que deduje, merced a mi natural sagacidad, que no era lo que se entiende como amistoso, cuando de un cañonazo segó cuan navaja de afeitar nuestro palo de mesana.
-Inmediatamente me dispuse al ataque, pues un vasco de mi linaje no contempla en ningún caso la huida. Se daba la circunstancia de que no disponíamos más que de un cañón y por culpa del contramaestre que era ciego y sordo, no tenía munición. Pero si teníamos pólvora. Así que cargamos el cañón, que era muy grande, con gran cantidad de plátanos, que estaban verdes y por tanto duros y por mi sabio mandato, con una enorme cantidad de pólvora.
Pirata Vasco
Pirata Gallego
A última hora metimos por la boca del cañón gran cantidad de huesos procedentes de nuestra diaria pitanza, que guardábamos para hacer caldo. Enfilamos directos contra la goleta de nuestro adversario. Tendríamos que realizar un abordaje, como es natural, cruel y sanguinario y pillaje posterior. En estas estábamos cuando el palo mayor se nos derrumbó por otro cañonazo de aquellos hijos de una cabra, que nos atacaban.
Así que ordené disparar nuestro gran cañón. Fue la hecatombe. El cañón no había sido asegurado. El contramaestre ciego y sordo, había olvidado el pequeño detalle. Así qué, como reacción al cañonazo, el artilugio salió disparado hacia atrás atravesando las cuadernas y yendo directo al mar. A pesar de todo el contramaestre apuntó bien a olfato y barrió toda la cubierta de la goleta.
Al mismo tiempo que nuestro disparo, otro de la goleta, voló nuestro timón, con lo que nos quedamos sin dirección y nos empotramos contra el costado del navío del contrario.
A pesar de esto abordamos, como era menester el barco enemigo, que presentaba un aspecto lamentable en la marinería.
Los plátanos y los huesos de gallina habían producido estragos. Físicos y morales. El quedar fuera de combate por un platanazo verde o un huesecillo de gallina en un ojo, no es para enorgullecerse. Un pirata cabal, no puede soportar tamaña ofensa a su honor de criminal corsario.
A pesar de nuestra ventaja en número y moral, no hubo tiempo para degollaciones, mutilaciones y certeros sablazos al corazón del enemigo. Ambos barcos se hundieron rápidamente por las enormes vías de agua que no pudieron soportar. Como resultado, todos los integrantes de los dos barcos se ahogaron. Todos eran nativos de interior y no sabían nadar. Solo quedamos dos hombres sobre el mar. Yo conseguí llegar y aferrarme a un tablón en cuyo extremo contrario estaba agarrado otro marinero que resulto ser el capitán de la goleta.
No hubo pelea entre nosotros. Bastante teníamos con alejar a garrotazos los tiburones que nos rodeaban. La verdad es que los tiburones no mostraron demasiado interés por devorarnos, seguramente por la tiña que nos cubría, quizá por una higiene no demasiado cuidada. Flotamos durante cuatro días y en ese tiempo el capitán de la goleta y yo iniciamos una fuerte amistad. Era gallego y me aseguro que descendiente directo de Fernando Magallanes qué, aunque era portugués, él era gallego por emigración. Así que comentamos durante mucho tiempo, la amistad que tuvieron Magallanes y Elcano en aquella absurda travesía para demostrar que el mundo era redondo. Una estupidez como todo el mundo sabe. Así que en honor a nuestros antepasados decidimos no degollarnos, mutilarnos ni partirnos el corazón de un sablazo. Se creó una gran amistad que aún perdura.
 La marinería expresaba su entusiasmo con el relato, emitiendo sonoros ronquidos que no se hubieran aceptado en un pesquero, pues habrían huido las posibles presas.
- Y así fue la historia que es verdadera y que me ha sucedido a mí.
Nadie dijo nada. Estaban profundamente dormidos. El viejo marino vasco, suspiro y se fue a reanimar al perro.
Viejo piloto de combate nacional
Piloto combate republicano
Viejo pirata gallego
Viejo Pirata Vasco
Regreso al contenido